Como en todo, existen dos tipos de persona y podemos saber a qué grupo perteneces solo viendo la alarma de tu móvil. O tienes una alarma y cuando suena la apagas y te levantas rapidísimo, o eres de los que ponen la alarma media hora antes porque sabes que vas a posponerla infinidad de veces. Igual incluso ni llegas a levantarte. ¿Estás en el segundo grupo? Entonces, nos atrevemos a decir que madrugar es una tortura para ti. Pero esto tiene una fácil solución. Solo tienes que entender qué ocurre en tu cerebro cuando despiertas para poder aprender a madrugar.

¿Por qué me cuesta tanto arrancar por las mañanas?

Dejando de lado la posibilidad de ciertas enfermedades o trastornos del sueño, la mayoría de expertos señalan tres razones por las que nos cuesta arrancar por las mañanas.

En primer lugar, ya sabes que cada persona es un mundo. Hay algunos que somos más nocturnos que diurnos, otros sienten que no quieren dormir tanto (o no pueden) y otros, simplemente disfrutan durmiendo. Dependiendo de todo esto, cada persona tardará más o menos tiempo en pasar del sueño a la vigilia. Para algunos romper esta inercia del sueño (así la llaman los estudiosos del tema) es un proceso más lento. Hasta aquí es algo natural.

La segunda razón tiene más que ver con nuestro propio cuerpo. El cerebro tiene tendencia a querer dormir las horas que necesita para estar activo y sano. Así que, si no has descansado lo suficiente, una situación que no es nada cómoda para el cerebro, este hará que quieras dormir más. Normal también.

Y la tercera razón, y la que más nos interesa a nosotros, luego veremos por qué, tiene más que ver con la propia química cerebral. Lo normal es que cuando te levantes, si has dormido debidamente, te sientas satisfecho y descansado. En estos casos, cuando despertamos, el cerebro genera grandes cantidades de cortisol. El cortisol es la hormona del estrés y, aunque no te suene bien, nos activa, nos da energía y nos pone en movimiento. Es fundamental, vaya.

Si no has dormido adecuadamente, tu cerebro, que quiere seguir durmiendo, segregará menos cortisol. Y, los lóbulos frontales, que durante el sueño permanecen dormidos y que controlan la voluntad y, en parte, el razonamiento y el juicio tardarán más en activarse. Esto puede provocar que tomes la decisión incorrecta de seguir durmiendo. Y ahí estás tú otra vez apagando la alarma y llegando tarde.

Aprender a madrugar sin posponer la alarma

¿La solución para aprender a madrugar?

Sí, has acertado. De nuevo dejando de lado trastornos o enfermedades del sueño que deben tratarse con médicos especialistas, la solución para aprender a madrugar es sencilla: dormir.

Debes estructurarte para tener mejores hábitos de sueño que te ayuden a descansar mejor. Sobre esto, tienes infinidad de buenos artículos que te van a dar muchos consejos para mejorar. Pero en general, procura mantener hábitos regulares, no comer demasiado por las noches, no tomar alcohol o bebidas estimulantes, no usar el móvil justo antes de ir a la cama, no exponerte a luces intensas antes de irte a dormir…

También estaría bien que te conocieras más y te observaras mejor. Y es que, cómo decimos, cada persona tiene sus propias necesidades cuando de dormir se trata. Aprende que hábitos son buenos para ti y ponlos en práctica.

¿Puedo hacer algo más para aprender a madrugar?

Pues si a nosotros nos interesa este tema por algo, además de porque nos gusta teneros en clase a la hora que empezamos, es por la razón tercera. La que tiene que ver con no haber despertado todavía la parte del cerebro que regula la voluntad, ya sabes, las ganas de hacer cosas. Y es porque aplicando una serie de rutinas y hábitos que tienen que ver con la motivación podemos acelerar este proceso.

Es decir, por supuesto que la solución es dormir y hacerlo bien, pero a veces, si tenemos una época de estrés o alguna dificultad pasajera para tener un sueño adecuado, podemos intentar activar nuestro cuerpo poniéndole unas pocas ganas.

Si al despertarnos tratamos de recordar con motivación y positividad que tenemos algo que hacer, quizás no nos despertemos con más ganas, pero sí nos despertaremos con menos trabajo. Y para muchos no posponer la alarma mil veces ya es todo un logro.

Si conseguimos, además, que nuestro cerebro asocie esa actividad con algo que nos reporte satisfacción o nos agrade, levantarnos nos será más sencillo. Por ejemplo, el hecho de estudiar algo que nos gusta (algunas de nuestras formaciones…), que esa tarde vamos a quedar con alguien a quien hace mucho que no vemos, que ya es viernes y se acerca el fin de semana o, siendo honestos, lo bien que nos sentimos cuando nos ingresan la nómina… 

Es mejor que no lo pienses mucho, te enfoques en algo positivo y para arriba. Y al final es de eso de lo que se trata, ¿no? De aprender a madrugar.