Imagina un museo. Todos pensamos casi de inmediato en actividades culturales, en educación, en un edificio destinado a divulgar todo tipo de ramas del saber. Pero, por muy completa e interesante que sean sus colecciones, su función educativa se queda muy corta si no dispone de un grupo de trabajadores que se encargue de hacer llegar ese conocimiento a todos los públicos. Un departamento enfocado en la interacción con el público. Por eso, es posible trabajar en un museo, porque no solo se enfoca en educar.

Puedes hacer la prueba cuando quieras. Sienta a un niño durante 30 minutos delante de una de las obras más representativas de la historia del arte, Las Meninas, por ejemplo. Cuando hayan pasado esos treinta minutos (si es que aguanta sentado ese tiempo sin más estímulo que una imagen fija), separa al niño del cuadro y pregúntale. Probablemente ni siquiera sepa decirnos qué es lo que ha visto.

Hagamos otra prueba. Sentemos a un niño frente a cualquier cuadro de cualquier museo y hagamos que un Educador de Museo se lo interprete, le ayude a entenderlo. Evidentemente el Educador de Museo tendrá en cuenta la edad y aptitudes del niño. Así conseguirá que durante esos treinta minutos el niño le preste atención, comprenda y entienda todo lo que ese cuadro nos quiere contar: desde la técnica con la que está pintado hasta las cuestiones más curiosas de la vida de quién lo pintó. Tras este segundo experimento, probablemente, el niño sí sepa darnos las claves de la obra que ha tenido delante.

Un experimento sencillo que confirma que la figura del educador de museo es imprescindible.

Trabajar en un museo como Educador de Museo

Los museos del siglo XXI deben ser espacios para educar, en el sentido más amplio de la palabra. Pero no solo para educar, si no para crear experiencias que te inciten a volver. Propuestas novedosas y diversas que atraigan a un público amplio, tanto por franja de edad como por nivel educativo y socioeconómico. Todos caben y deben sentirse cómodos en el museo.

Cuando hablamos de museo, nos solamente nos referimos a los museos de Bellas Artes, quizás los más conocidos por todos. Si no que nos referimos también a los museos de arqueología, museos botánicos, casas de las ciencias, casas museo de algún personaje ilustre o incluso a monumentos que necesitan de la interpretación y trabajo de estos educadores. En todos tendrá mucho que aportar un educador.

En la actualidad, todo museo o espacio patrimonial debería contar con la figura del educador. De esta manera, es posible trabajar en un museo, si eres un profesional que conozca a la perfección su campo de trabajo, así como todos los pormenores de la colección sobre la que deba hacer la difusión. Para ello lo más normal es que tenga conocimientos de arte, historia o humanidades, si hablamos de un museo de arte o arqueología. Si se trata de un museo botánico o sobre ciencias en general, biología o física serán probablemente la formación cursada con anterioridad.

Trabajar en un museo: El Educador de Museos

Trabajar en un museo: ¿Qué trabajo tiene el Educador de Museo?

El educador debe convertirse en una de las personas más importantes del equipo. Él es quien realmente le da sentido a la colección y tiene las herramientas para sacarle todo el jugo. Deberá trabajar mano a mano con la dirección del museo. Y, colaborando con todo el equipo, diseñar líneas estratégicas de trabajo a través de las cuales marcar unos objetivos claros con los que llegar y empatizar con todo el público.

Claro, también deberá trabajar con el departamento de comunicación. Ya que, en buena parte, el educador tendrá las claves de los contenidos que a posteriori se adapten en forma de post para un blog o de stories para Instagram.

El Educador de Museos

Llegados a este punto, el lector habrá podido deducir que el educador de museo no solamente hace visitas guiadas o actividades para niños.

  • Será el encargado de co-diseñar líneas estratégicas de actuación que marquen el futuro del museo.
  • Plantea, diseña y desarrolla la programación educativa y sirve de apoyo a otros departamentos, entre otras muchas funciones que puedes ver en este artículo.

Todo esto siempre con una sonrisa. Piensa que buena parte de este trabajo es cara al público. Una de las cuestiones que debe tener clara el Educador de Museos es que el público le está regalando su tiempo. Él o ella tendrá que hacer todo lo posible para convertir la visita al museo en una auténtica experiencia en la que el público se sienta cómodo, correctamente atendido e informado. Quizás esto sea uno de los mayores retos: la empatía y conectar con el visitante. Tanto desde el ámbito interno del museo como si el educador es un agente externo, este profesional se enfrenta diariamente a una serie de retos que debe superar con profesionalidad y creatividad.

Recuerda, entonces, cuando pasees por un museo y veas a un grupo de niños embobados y con la boca abierta, viendo un cuadro incomprensible de Kandinsky, que seguro que un poco a la derecha, junto al cuadro, hay un educador apasionado de su trabajo descifrando todos los misterios de la obra en cuestión. Y así deberían ser todos los museos.

Alejandro A.


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